sábado, 1 de octubre de 2016

ABUELOS

Qué decir de ellos? Son tesoros, puntos cardinales, figuras irremplazables. Son historia, son vida, son hogar. Ese olor tan peculiar en su ropa, sus manos arrugadas y su cabello blanco, son personitas tan grandes y a la vez muy frágiles, los primeros en decir “SÍ” cuando mamá y papá decían que no, los que nos llevaban a jugar a la plaza. Quién nunca esperaba al fin de semana  para ir a dormir a la casa de los abuelos?  Quién nunca esperaba con ansias la comida de la abuela y las historias del abuelo?
Esos abrazos llenos de vida, esos besos con sabor a infancia, a crecimiento. Guiños, miradas, sonrisas cómplices, secretos compartidos, pequeños detalles, regalos repentinos, pagas a escondidas, golosinas, sabiduría, amor puro e incondicional.
Pero sabemos que es ley de vida, mientras los abuelos tienen el privilegio  de vernos nacer y crecer, nosotros lamentablemente somos testigos de verlos envejecer y decir adiós.
Ellos aunque no estén, siguen muy presentes en esas viejas fotografías amarillentas guardadas en un cajón, en álbumes o cuadros. El abuelo está en esos arbolitos que plantó con sus manos, la abuela está en ese gorrito de lana que nos tejió cuando éramos niños y aún conservamos, están en el olor de esos pasteles que habitan en nuestra memoria emocional, están en los consejos que nos dieron, en las historias que nos contaron.
Con ellos aprendimos a caminar más despacio y a su ritmo, a saborear un día en el campo, a disfrutar de la naturaleza, a cuidar las plantas, a cocinar.
Estoy segura que ellos nunca se van, simplemente se vuelven invisibles, y duermen para siempre en el rinconcito más calentito y lleno de amor de nuestro corazón. Y sí, daríamos lo que fuera por volverlos a ver, por volver a escuchar aunque sea un pedacito de esas tantas historias, por volverlos a abrazar fuerte y no soltarlos nunca, por volver a ver esos ojitos llenos de infinita ternura.
Y es ahí, en esas simples cosas, donde queda la auténtica eternidad de las personas.

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