Me gusta ver películas cliché, leer libros románticos,
escuchar canciones cursis, y me encanta que me cuenten historias reales sobre
encuentros. Me hace feliz saber que cada persona es una oportunidad.
Me gusta escribirle al amor, al que pudo ser, y al que
quiero que sea, creer que los tréboles de 4 hojas, las pestañas, y cruzar los
dedos traen suerte, que las estrellas fugaces y las velitas de cumpleaños cumplen
deseos, que si le hablamos a las plantas crecen más fuertes, y que existe el
destino, porque hay cosas que tienen que suceder.
Con el tiempo aprendí a hablar de mis sentimientos y hoy no
me avergüenzo. Admitirme queriendo a alguien me sale natural, y me hace bien
saber que estoy en este mundo En el que pasan cosas tristes todos los días, y
yo tengo una vez cada tanto la fortuna de estar sintiendo sólo amor.
Sentir es de valientes. Y la gente que no quiere con todo el
corazón quiere mal, insuficiente o quiere poquito. Nadie recuerda a los que
quieren poquito, nadie canta canciones, nadie filma películas, nadie escribe libros
sobre ellos, porque los que quieren poquito no nos llenan, no marcan la
diferencia, no son inolvidables, no son la aguja en el pajar, pasan desapercibidos.
Yo no quiero pasar desapercibida. Porque nuestra misión es dejar huella en otras
vidas.
Quizás sea intensa para algunos, cursi para otros,
empalagosa para todos. Pero es que solo sé ser así, porque el amor si no te
llena, no te alcanza. Y las personas no somos recordadas por lo que no dijimos,
por la ropa que vestimos, por el cuerpo que tenemos, sino por lo que hicimos
sentir. Y para ser inolvidable para una persona, solo te tenés que preocupar
por cuidar sus sentimientos, y hacerla sentir única y especial.
El amor no se pinta con grises, porque sobre ese amor nadie
escribiría un libro, cantaría una canción, filmaría una película o pintaría un
cuadro.
El arte al igual que el amor, es un idioma universal, y también,
eterno.