Cada vez que dejamos de buscar o hacer eso que nos apasiona.
Cada vez que dejamos de creer que con amor podemos construir
puentes.
Cada vez que nos vamos a dormir sin esos sueños que queremos
hacer realidad con los ojos abiertos.
Cada vez que dedicamos más tiempo a lo que tiene precio que a
lo que tiene valor.
Cada vez que nos dejamos convencer de algo razonando con la
cabeza en vez de sentir con el corazón.
Cada vez que desperdiciamos tiempo con gente tóxica.
Cada vez que nos perdemos la sabiduría de un niño y las
historias de un abuelo.
Cada vez que no nos permitimos vivir como podemos, como nos
sale, como sentimos.
Cada vez que rechazamos ayuda porque creemos que podemos
solos.
Cada vez que aceptamos la mentira en lugar de exigir la
verdad.
Te apagás. Una y mil veces. Hasta que un día decidís nacer.
Y como dicen por ahí, a brillar hasta con el alma rota.