El dolor, al igual que el amor es universal.
Cuando nos sentimos angustiados o tristes, la angustia o la
tristeza del otro nos hace sentir empatía, aunque la causa sea diferente. De
cierta manera podemos compartir las emociones que el otro siente.
Cuando estamos tristes, nuestro dolor lo invade todo, y
siempre parece el más grande, el peor.
Muchas veces me sentí incomprendida. Muchas veces creí que
mi tristeza molestaba a los demás. Muchas veces pensé que mi angustia lo
abarcaba y lo abarcaría todo por y para siempre. Muchas veces me consolé a mí
misma con un: ESTO, TAMBIÉN PASARÁ.
En la vida encontré a personas que me ayudaron. Otras,
empeoraron mi situación. Infinidad de veces me pregunté: mi dolor se ve? Y entonces, entendí que el dolor al igual que el
amor, se siente, pero no se puede explicar hasta que se vive. Y también
comprendí que el dolor a diferencia del amor, es invisible, y no se ve hasta
que te dejás ayudar.
Durante los años que llevo vividos, transité muchas
pérdidas. Amistades, desamores, decepciones. Varias veces, me perdí a mí, y eso
creo que es incluso mucho peor. Nunca pude reencontrarme con la que era. Me
encontré con una versión distinta de mí misma. Y eso lo hizo valer la pena.
Hoy, aún sigo sin entender por qué las personas son
temporales, pasajeras, fugaces en mi vida.
Sentir demasiado, está mal? Dar demasiado, está mal? Cuidar
lo que soy, y quién soy está mal?
No lo sé. Y son preguntas que me hago todos los días.
Quizás, la equivocada no sea yo. Quizás, los demás no se
permiten sentir. No saben dar, porque tampoco saben recibir. No cuidan lo que
son, y quiénes son, porque el mundo está demasiado estereotipado. No lo sé.
Y esta es la historia de la vida mientras duele, y como se sigue
viviendo, a pesar de que duela.