martes, 1 de enero de 2019

CRECÍ

Y un día, crecí. Verás en mis gestos, mi forma de hablar, escribir, y pensar que crecí. Sí, crecí, y tengo pocos años, pero muchas ganas de vivir.
Crecí, pero siempre seré una nena cuando algo me apasione, me emocione, me ilusione. Cuando mamá me haga el desayuno por las mañanas o cuando papá me dé el beso de las buenas noches antes de dormir.
No sé cuántas velas soplo este año, pero lo que sí sé, y de lo que estoy segura es que voy a disfrutar cada simple detalle y cada mínima sorpresa como si tuviera 5 años, y viera todo como si fuera la primera vez.
Crecí, y sin embargo, cada vez que me abrazan me parece especial y único, como si me volviera a reiniciar, como si todas mis partes rotas se volvieran a unir. Cada vez que me besan, es como un mimo al alma, una conexión efímera pero sincera. Cada vez que cruzo miradas, sí, digo miradas porque las miradas no hace falta verlas para saber que existen, basta con sentirlas al igual que las sonrisas, siento una complicidad tan auténtica, tan pura, tan real.
Crecí, pero me sigo enamorando de las películas románticas, y los finales felices. Me sigo muriendo de risa en un ataque de cosquillas. Sigo llorando cada vez que mis amigos cumplen sus sueños.
Y sí, crecí, y me equivoco mucho más que antes, pero sé pedir disculpas y perdonar, no sólo a los demás, sino también a mí misma.
Sé que me ves como a una más, pero tenés que saber que no soy la misma de ayer, sabés por qué? Porque crecí, pero sigo siendo la misma soñadora de siempre.
Y hoy puedo decir que tengo los años suficientes para saber querer a mi familia y mis amigos sobre todas las cosas, y antes que a ellos, a mí, sí, a mí, porque si no tengo amor propio, como puedo tenerlo para los demás?