Humildad es sinónimo de esencial. Es saber reconocer lo más
importante. Y no estoy hablando de nada material, sino de todo aquello
que se esconde más allá de lo que los ojos son capaces de ver.
Es reconocer nuestros propios límites y aprender de ellos. Aceptar el desconocimiento y aprender paso a paso y a su tiempo.
La
humildad empieza en una simple palabra, “FELICIDAD”. Lo que te hace
feliz, lo que nunca querés perder y lo que tenés que hacer para alcanzar
o mantener lo que sueñas.
Una persona humilde no presume sus
éxitos, los construye día a día haciendo lo necesario y siendo
auténtico. En lo simple se oculta lo importante. En esos detalles
sencillos, en una sonrisa, una palabra, una mirada. Gestos que nacen
desde el corazón.
Estar siempre cerca, escuchar, y ser sincero,
son algunas características de estas personas. Te aportan confianza, son
esos amigos que hay que buscar y jamás perder.
Alguien humilde no
pretende ser famoso ni exitoso, tampoco mejor que nadie, simplemente
busca ser mejor que sí mismo. Busca dar a los demás y no espera recibir,
disfruta del proceso más que del resultado final, el “CAMBIO”
Siempre hacen pequeñas cosas por los demás sin que lo sepan, con el solo hecho de sentirse bien con ellos mismos.
En
fin, la humildad es una manera de pensar y sentir. Saber cómo somos, es
saber qué es lo que el otro necesita. Es creer y admirar lo simple y
sencillo y en eso encontrar la verdadera belleza.