Yo sólo quería que me abrazara, que me apretara, que me
besara, que simplemente me quisiera.
Yo quería un amor sin aniversarios, sin anillos, sin planes,
sin cadenas, sin obligaciones, ni reproches.
Yo quería algo puro, sincero, fuerte. Algo que marque, que
quede tatuado en el alma, en el corazón, en la piel. Algo diferente, especial,
y sólo nuestro.
Yo no quería corazones, ni frases mal usadas, y mucho menos
fotos de momentos mal contados.
Yo quería sonrisas y miradas cómplices, mates con sabor a
ahora, instante, presente. Quería charlas largas, transparentes, profundas. Quería
aventuras, locuras, y amor.
No quería regalos, sólo quería guardar pedacitos de
momentos, ya sea un papel, un caracol, o el pétalo de una flor, lo que sea necesario
para que me trasladara otra vez ahí, a ese instante donde alguien supo hacerme
feliz.
Con él, yo era yo, y eso es más extraordinario que cualquier
prototipo de relación. Yo era auténtica, genuina, real, como si estuviese
completamente desnuda a toda hora. No disfrazaba mis monstruos, ni escondía mis
dudas. Yo era yo, y por eso sé que nunca voy a olvidarlo, porque cuando uno encuentra
en el mundo ese pedacito de universo en donde se siente pleno, en donde se
siente vivo y feliz, jamás lo olvida.
Y a mí, recordarlo no me hace daño, no me duele. Creo que el
peor consejo que podemos dar es ese de “soltá”. Soltar es para cobardes. Yo no puedo
ni quiero soltar tan buenos recuerdos, y mucho menos voy a olvidarlo. De la
boca para afuera olvidar siempre es lo más conveniente, pero yo no hago lo que
me conviene, yo hago lo que me dicta el instinto, la intuición, el corazón de
amar en las buenas, en las malas, y siempre.
Quizás, la vida no vuelva a cruzarnos otra vez, a una misma
hora y en un mismo lugar, pero el recuerdo de lo que vivimos es mío, y me lo
guardo y lo atesoro. Porque con él me descubrí. No es para nada fácil la duda,
la intriga, el miedo. No es fácil asumir que pase lo que pase aquel amor no
morirá jamás. No es fácil cargar con algo tan grande, tan bueno, tan lindo, tan
positivo, tan mágico. Pero es hermoso saber que tenés ahí guardado algo que
nadie nunca podrá quitarte. Su recuerdo.