Sin embargo, les costaba tanto admitir y superar sus miedos y
la distancia, que sin quererlo, se lastimaban, no hablaban durante meses y sí,
se extrañaban.
Cierto día, derrotados por la vida, y vencidos por el enojo,
se dijeron adiós.
Y sí, fueron muy tontos los dos, les ganó la distancia, les
ganó el miedo, les ganó el sufrimiento, el dolor. Tristemente dejaron escapar
el amor, como si fuera tan fácil y sencillo encontrarlo en cualquier rincón.
No se dieron cuenta de lo afortunados que eran al estar
juntos, no se dieron cuenta que la vida los había unido por un motivo, una
razón.
Por días, meses, y años, la tristeza los invadió, pero su
orgullo era tan grande que ninguno de los dos cedió.
Él ahogó sus penas en otro amor, ella muchas noches le
lloró, y así decidió volver a cerrar su corazón.
El tiempo pasó, tal parecía que su amor se había olvidado,
pero el día menos pensado él tomó coraje y le escribió.
Les bastó ese intercambio de palabras para descubrir que el
amor no se había evaporado.
Tan iguales, pero a la vez tan diferentes, más maduros, menos
impulsivos, más coherentes. Y ahora, se encontrarán frente a frente?
Descubrieron que más allá de todo, el amor seguía intacto,
que ellos seguían tan locos el uno por el otro, como hace tanto. Entendieron
que el amor no hace falta gritarlo, basta con susurrarlo, sentirlo. Aprendieron
que muchas veces, el amor es sentir lo mismo y sin embargo, no necesitar
siquiera decirlo.